Creo que por allí por el 2005-2006 solía tener esta sensación, como de un nudo en el estómago que subía hasta la garganta y que no me dejaba hacer nada. Impedía que expresara mucho de lo que siento y la única manera de soltarlo era vomitando letras en mi antiguo blog para depurar el malestar y acabar con esa sensación de cansancio y relajo. Si no había un teclado cerca, nunca faltaba el cuaderno, el trozo de servilleta o hasta de confort en el que plasmar un par de líneas para descargar la angustia. Si nada de eso funcionaba, lo más sano era desaparecer por un instante: perderme en las calles de Santiago Centro, en las plazas de Providencia o en los rincones de la Quinta Normal. Comer la mierda y luego reaparecer como si nada hubiese ocurrido.
En ese tiempo era más fácil desintegrarse, después de todo, habían mil y un opciones para volverse a armar. Hoy la cosa ya no es tan así...
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Tranquilo, te leo!