jueves, 22 de diciembre de 2011

Dios no debería saber que existimos

...La lumbre de la chimenea recién prendida logró iluminar la pequeña cabaña. Demian y Marielle buscaban urgente refugio para despistar a los Garous que habían bloqueado su paso. A estas alturas de la noche, lo más probable es que Alastor ya se haya dado a la fuga.

La tenue luz que bañaba el lugar le daba un aspecto más vivo a la piel de Alabastro de los vástagos, y parecía infundir una rojiza luz de vida en los ojos de Marielle. A pesar de su miedo natural hacia el fuego, Demian no podía apartar su mirada de la llama que ardía con vigor. Un agudo dolor en su brazo izquierdo le despertó de su trance.

-Haz perdido sangre, Demian.- Susurró Marielle. -El ataque de los Garous fue demasiado violento. Tuvimos suerte de huir en una sola pieza.-

- Tienes razón, Marielle.- Dijo Demian, limpiando la sangre de su brazo. La herida comenzó a cerrarse en ese instante, pese a lo mágico de la curación, parecía que la cura total tomaría tiempo. Mientras dejaba que la cura surtiera efecto, volvió nuevamente la mirada a las llamas, los ojos de Demian parecían no prestar más atención que a las llamas, imbuido por la danza de las cenizas que volaban por sobre la fogata. Tras él, pudo escuchar un par de chasquidos: Marielle tiraba sobre la pequeña mesa de centro los cargadores vacíos de su Glock 18 y los rellenaba con otros nuevos. Demian se puso de pié y se dirigió a una de las ventanas que tenían sus persianas abajo. Uno de sus dedos de mármol se deslizó por entre las persianas, dejando que una tenue luz de luna penetrara la habitación.

-¿Tú estás bien?- Dijo de manera ausente.
Marielle se sorprendió. En todo este tiempo, ésta era la primera atención de Demian hacia ella. -Sí... estoy bien, no alcanzaron a tocarme gracias a tu intervención.- Marielle dudó un instante, luego terminó su frase. -Gracias. Fuiste muy valiente.-
-Fui un loco, Marielle. Lo importante es que estamos con vida... si es que se puede decir de esa manera.- Suscitó Demian dedicándole una mirada gris a Marielle. Luego, volvió a clavar la vista por la ventana.

Un largo silencio se produjo en la cabaña, el cuál solo se veía intermitentemente interrumpido por el crujir de la leña en el fuego. Ambos vástagos se hallaban sumidos en otro mundo, los cuales no parecían estar conectados entre sí. Marielle fue la que rompió nuevamente el silencio:

-¿Lo extrañas?- Dijo, tratando de descifrar su mirada.
Demian miró con curiosidad a Marielle, sin entender la pregunta. Su mano se apartó de la ventana y su cuerpo se dirigió hacia ella. -¿Extrañar qué?-
-La vida, Demian. El no estar sujeto a esta inmortalidad llena de incertidumbre. Quizás, es porque llevo sólo uno años en esto, pero no puedo negarte que a veces extraño mucho el pasear por las calles soleadas.- Hubo una leve pausa. -Dime, Demian... ¿No extrañas el sol?-

Ahora Demian entendía la dirección de la pregunta de Marielle. La miraba con su rostro lleno de preguntas y parecía enternecerle su actitud. Veía su pálido rostro y sus formas frágiles, las cuales ocultaban perfectamente sus habilidades de cazadora y su astucia felina, pero por un instante, le pareció verla totalmente desprotegida, a merced de la duda y la incertidumbre.

-Marielle- Dijo Demian, insinuando una sonrisa. -Te sorprenderías si supieras cuántos años llevo en esta no-vida. y a pesar de ser "joven para los de nuestro genero", los años me enseñaron una cosa: la luna es el único sol al cual tengo derecho.- Las palabras de Demian danzaron por toda la habitación como una sentencia hacia lo inmnente. -Las experiencias de esta verdad, te harán olvidar poco a poco todos los resquicios humanos que antes te ataban... el truco es que el proceso sea lo más lento posible y que tu humanidad no se vea reemplazada por la bestia que ahora te hace vivir.-

Demian se acercó a Marielle y tomó su brazo. Ella no pareció darse cuenta de que de un momento a otro, se encontraba junto a él, mirando la luna llena que se asomaba por la ventana de la cabaña. En ese instante, Marielle se olvidó del sol, de los paseos a plena tarde y del calor. Comprendió que ese era su lugar y que aquella imagen la amarraría a la cordura que tan necesaria era para enfrentar la no-vida.

-Dios no debería saber que existimos...- susurró Marielle, sin apartar la vista de la luna.
Demian volteó hacia la chimenea, sacó un par de Taurus 9mm. de su chaqueta y renovó los cargadores: -Quizás... aún no lo sabe.- Sentenció, mientras la pistola hacia un chasquido que se perdió junto con el sonido de la leña.