Demian llegó temprano a su "reunión" con Marielle. Su cita era a la lumbre de la catedral de Amiens, un lugar lo suficientemente abandonado y cliché para la sociedad cainita como para no despertar sospecha alguna. Demian estacionó su motocicleta a dos cuadras en un lugar donde no se aprecie y caminó hacia la catedral. Como él esperaba, Marielle aún no había llegado.
El atraso parecía impacientar a Demian, a pesar de que tuviese toda la eternidad para esperarla, no estaba dispuesto a perder más tiempo en conseguir la información sobre aquel "padre" que lo vendió al mejor postor. Demian podía perdonar muchas cosas, pero no la mentira y el engaño, mucho menos por parte de Alastor.
Giró su cuerpo en ciento ochenta grados y divisó las estatuillas que se alzaban a su alrededor: imponentes ángeles, poderosos santos y perversos demonios cruzaban de lado a lado la colosal estructura del edificio.
Decidió entrar a la catedral. A pocos metros de la entrada se hayaba una larga fila de ángeles petrificados, cada uno con su nombre grabado abajo y bajo ellos, la siguiente frase: "Car en lui ont été créées toutes les choses qui sont dans les cieux et qui sont en terre, les visibles et les invisibles, trônes, dignités, dominations, ou principautés, ou puissances: toutes choses ont été créées par Lui et pour Lui . Il est avant toutes choses, et toutes lescosaas dans la composent.". Demian leyó cada una de las letras, las cuales le parecieron un trago amargo. -"Porque en El fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados; sean potestades; todo fue creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y todas las cosaas en El subsisten."-
Un detalle llamó la atención de Demian, muchos de los ángeles, fueron inmortalizados dando combate a demonios y potestades, los cuales yacían a los pies de los justicieros. Uno de los demonios: un monstruoso humanoide de doce alas (algunas rotas) yacía bajo la lanza de un ángel de imponentes alas oscuras; bajo la estatua rezaban sus nombres.
"Arcángel Raziel & Alastor."
Demian no podía concebir que el nombre de su sire (si es que su nombre no era otra de sus mentiras) haya sido inspirado por uno de los más severos y malvados demonios de todas las huestes del mal. Si hubiera investigado alguna vez algo sobre demonología, posiblemente no se hubiese confiado a la primera en él. Una voz femenina interrumpió sus pensamientos.
-Alastor es un demonio muy interesante. Dicen que encarna la némesis y la felicidad.- Marielle apareció en medio de la puerta, su cabello rubio y sus ojos de aguamarina contrastaban con todo el ambiente pétreo de la iglesia. En su mano llevaba una gruesa carpeta y bajo el abrigo una mal escondida pistola. Demian lamentó haber dejado sus armas bajo el asiento de la motocicleta. Ella se acercó a él y le besó en la mejilla con una confianza que él jamás había percibido de su parte. Luego estiró las manos hacia Demian y le alcanzó la carpeta.
-Ésto es todo lo que pude aprender sobre Alastor... al parecer es un tipo bastante multifacético. Tiene tres cuentas bancarias, millonarias por lo demás, bajo identidades falsas, una de ellas, la usa un siervo suyo, al parecer un ghoul, con la cual tiene negocios dentro de un supuesto "mercado vampírico". Sus identificaciones falsas son...- Demian oyó cada palabra de Marielle, mientras la imagen de su "padre" y creador se volvía humo y flotaba por las paredes de la catedral: sus muchas identidades, sus negocios con el Sabbat y su vinculación con la Mano Negra hacían parecer que Marielle hablaba de alguien a quién Demian jamás había visto. Un último detalle terminó por azotarle en el suelo: La última jugada de Alastor, que fue el último negocio donde vendía información sobre la Camarilla de París al Sabbat y que le costó la caza de sangre la hizo bajo el nombre y disfraz de Demian D'Lyoncourt. En caso de que todo saliera mal (y así fue) no sería su cabeza la que irían a buscar. Cuando ella terminó, el vampiro se dio cuenta de la extraña mueca que tensaba su rostro.
-Lo siento, Demian.- Musitó Marielle, notando la tensión de quien le acompañaba. -A veces, la verdad es una mala compañera.- Las palabras de Marielle parecían rebotar por las paredes de la iglesia y perderse antes de encontrar objetivo.
Demian dio tímidos pasos hacia la salida, la carpeta le pesaba como si fuese de plomo y sus pasos hacían eco en la catedral. Una sensación de incertidumbre se instaló en su corazón y empezó a revitalizarlo con una fuerza antes desconocida para él, la fuerza del odio. La mano de Marielle aterrizó con suavidad en el brazo del vampiro y le hizo detener.
-Demian. Sé que no elegiste ésto, pero es la verdad. Te ayudaré a encontrar a Alastor para que puedas responderte a ti mismo. No estás solo en esto.- Sus palabras eran como un chorro de agua fría, pero no había mucho que replicar. Tenía razón. La frase "Debo encontrar a Alastor... ya veré qué pasa desde ese instante" bailaba por la cabeza de Demian. Un amago de sonrisa asomó por la comisura de sus labios.
-Gracias, Marielle. Una vez que ésto acabe, prometo retribuírte como mereces.- La mano del vástago se deslizó por la mejilla de su compañera. Por un momento, imaginó como esas mejillas se hubieran sonrojado en vida al contacto de sus manos. Ella tomó sus dedos con ambas manos y sin soltarlos y con un cierto temblor en la garganta trató de desviar la conversación.
-Esto... el primer paso es viajar a Alicante. Los últimos movimientos bancarios de Alastor han comenzado desde allí. Es extraño pensar que él está en territorio Sabbat, pero realmente ya no sé qué esperar.- Poco a poco, Marielle iba subiendo la vista hasta alcanzar los ojos grises de Demian. Leyó en ellos la rabia y la duda, pero había algo más: una tenue luz que parecía estar dedicada para ella. A pesar del detalle, ella logró intuir lo qué él estaba pensando. -Sí, Demian. Es probable que él ya sepa que vamos por él.- Atajó en un acto de firmeza.
-Me lo imaginé. Pero no importa. Estaremos preparados.- Por un instante, Marielle creyó que la tribulación de Demian se había desvanecido.
-Tendremos que apurarnos...- Un chasquido en uno de los vidrios del techo interrumpió a Marielle. Demian alcanzó a voltear, pero no pudo ver nada. Marielle corrió hasta la salida con la mano dentro del abrigo, pero sólo alcanzó a divisar una robusta silueta saltando por los techos de la ciudad. Detrás de él, otra silueta más delgada le seguía desde más atrás. Los soplones se perdieron en el horizonte.
-¡Demian! Tuvimos compañía todo este tiempo.- Gritó Marielle. Cuando le miró de reojo, lo vio con un semblante tranquilo, mirando el programa iconográfico de esculturas que ostentaba la catedral. Los ojos clavados en el ángel Raziel. Una sonrisa ensombreció su semblante.
-Tranquila, Marielle. Yo tampoco vine solo a ésta fiesta.- Dijo Demian con un aire de picardía mientras sacaba un teléfono celular de su bolsillo. Marcó un número y se acercó a Marielle, guiándola con los ojos a que le siguiera. Luego de un rato se oyó un murmullo por el otro lado de la línea.
Demian respondió:
-Max. Dame tu ubicación. Te alcanzamos en la motocicleta.-
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